Salvador Tenreiro

Poemas

 

August Macke: Composición con formas y colores

 


MUDANZAS Salimos con presura. Las puertas sin cerrar. El viento se cuela todavía por las ventanas de la memoria. Lo dejamos todo. A veces prendieron fuego a nuestras casas y cosechas circundantes. Incluso los libros fueron, también, condenados a la hoguera de sus muchas ignorancias. -"¡Exprópiese! ¡Exprópiese!" era la orden convenida para arrasarlo todo. Eso ya no es un país. Es el pañuelo de las despedidas que se agita en el aire sin tregua ni reposo. Ninguna dulzura falta, sin embargo, en esta manera nuestra de decir que no. Sigue viviendo en nosotros como un goce oculto. Vive en la memoria de todo lo que fuimos.
EXILIOS Los años pasan. Me voy haciendo viejo en una ciudad extranjera donde no resulta fácil hacer amigos ni detenerse a conversar. Estas buenas gentes se pasan los días trabajando aceleradamente para pagar impuestos. Sobreviven, sin embargo, entre viejos fantasmas. Tienen un apetito voraz. Comer y beber es afición nueva, según me cuentan, para matar sus muchas hambres de hace apenas unas décadas. Leen muy poco y ya no van al cine como antes (la calefacción doméstica ha hecho mucho daño a la cultura cinematográfica). En verano el sol no sale como en otras partes y aunque ocurre lo mismo cada año no cesan de maldecir y maldecir. (Y ya se sabe: si marzo mayea, mayo marcea). Pero de nada sirven los refranes para sus quejas y quebrantos. Esta es una ciudad como cualquier otra, no vayan a creerse. Si entran en la WEB encontrarán fotografías hermosísimas y acristaladas galerías y playas y callejuelas de piedra al uso de cualquier guía turística que se precie. Esta ciudad tiene, sin duda, magníficos fotógrafos. Ellos son los artífices de tantos desengaños.
TRISTES TÓPICOS En este instante se estarán escribiendo cientos de poemas en lenguas y países distantes. Alguien, sin que se sepa, repasará su historia. El infortunio que da vida a sus versos. El olor de la lluvia. La serenidad de la luz mansa que se oculta tras un cristal opaco. Otros, por razones estéticas, ubérrimas, políticas, desandarán el camino. Borrarán, tacharán, disolverán el pensamiento en agua de borrajas. En este momento es de noche en la mitad del mundo. Tal vez alguien escriba a oscuras el poema que le dicta el destino. Dibujará cada palabra. La dirá en voz alta para probarla contra el cielo del paladar. Alguna mano se despertará de pronto sobre una página que nunca leerás. Es el saludo convenido mientras el yo del desamparo sobreviva.
PAÍS DE CENIZA Vive vivamente en mí Es llaga en la mirada y aroma entre los tilos Alza su copa de mansedumbre de desaliento de flaqueza Se acusa de ser manso entre las grietas que lo resquebrajan Nadie sabe si aún sigue en pie No hay goces ni resplandores que reconcilien Es difícil pronunciar su nombre resbalan los sonidos como si se borrasen Va quedando sin nada la casa de la infancia el vuelo de los más finos colibríes las reuniones familiares la miel inocente Mi país es una mitad No tiene otra fortuna que el desamparo tallado en sus ojos.
RESISTENCIAS Hay días en que la palabra se niega a decir buenos días y a entrar, como todos, a la ducha. Desnuda de sí misma desprecia el goce vocálico del agua. No quiere bajar, tampoco, al desayuno de la tostada con aceite. Reniega incluso del zumo de naranja y de infusiones. Está demás decir que no permite ser calcada con ninguno de los procesos conocidos. Ante tales resistencias bajo a la calle me asomo a la barra de un café tomo a sorbos el dulzor de la mañana y regreso a la página aunque ella siga en sus trece.
VUELO Escribes en el aire como un pájaro. Planeas sobre las corrientes cálidas que te llevarán lejos de las ramas en las que te posas. Pasas el día olfateando el viento. Hay aromas propicios para cada vuelo, según la jerarquía de plumajes. Para encontrar el momento de emprender el viaje es necesario abandonarlo todo. Olvidar el nombre de los árboles que te dieron cobijo y sirvieron para los primeros aleteos de práctica. El nido hace tiempo que lo ocupan otros de tu especie. Ahora estás al acecho. Llevas tiempo sin comer para aligerar tu peso. Estás a la espera de una corriente que convenga para decir adiós.


 

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