Antonio Rivero Taravillo

Tres poemas

 

Caja de música (en Guillemin, A.: El mundo físico, Barcelona Montaner y Simón, 1882; Biblioteca de la Facultad de Derecho y Ciencias del Trabajo de la Universidad de Sevilla)

 



RECUERDO EN EL BALCÓN


		«Cuántos ciclos florecidos»

Luis Cernuda

Era un ritual de primavera: con una lata de pintura florecían, verdes, los tiestos, y hojas de periódico acogían goteante su polen llevado por las patas de la brocha. El barro desconchado retoñaba. Y como halos de santidad de la sagrada vida, en el papel impresos los cercos circulares: bocas bostezantes que engullían el mundo con sus labios de asombro. Todo se vuelve ahora un recuerdo tan vivo que se torna presente. Vuelta, la tapadera es un espejo del sol arriba, brocal por el que sube toda el agua del cielo. En la lata vacía la luz quiere entretejer el oro con su plata, con troquelada alquimia cambiar su acuñación. El niño que pintaba las macetas lo sigue haciendo cambiando aquella brocha por la pluma, el pincel por el lápiz. Y gira sobre sí, redonda y pura, en el torno del tiempo la memoria.
CAMBRIDGE Como en una librería de viejo, en esta bocacalle de la vida he abierto el volumen que guardaba, prensada flor, una presencia aún más elocuente que sus páginas. Lo mismo que la pértiga en el río, estas fotografías me impulsan no hacia delante, hacia atrás, ahora que es invierno hacia el verano. Se deshace la estela bajo el sauce y sin embargo, inmóvil, es un espejo; árbol de hoja perenne, en él cantan los pájaros de entonces.
CAJA CON FOTOS Instantáneas, retratos, posados y espontáneos testimonios con brillo, mates, grandes, diminutos, las esquinas dobladas, recortados los bordes, de niños y de ancianos, con mascotas y coches y polvo porque el mundo estaba haciéndose y no existían aún ciertas calles. Fugaces gestos ya nunca cambiantes, abarquilladas cartas que el pasado franquea con espejos fragilísimos que rompen a menudo el cristal de los ojos, tejas de cartulina de una casa olvidada en que retumba el eco. Revueltas, las imágenes felices con todas las angustias en potencia: este censo de seres que se asoman por unos ventanales empañados, y al dorso tantas fechas y nombres de lugares, manuscritos por enterrados huesos. El azar barajó lo que es seguro, sus décadas distintas hacia un fin: la unión, la desunión en otro ámbito en que nada es inmóvil sino inerte. Las cáscaras de frutos que se fueron. Sus mondaduras.


 

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